Obstáculos que aún debe superar el hidrógeno para consolidarse como combustible habitual en motores
Tanque de almacenamiento de
hidrógeno licuado de Linde
Obstáculos que aún debe superar el hidrógeno para
consolidarse como combustible habitual en motores
[Autora:
Pilar Orihuela-INTA]
El uso de
hidrógeno como combustible en motores tiene dos ventajas evidentes. En primer
lugar, el hidrógeno puede considerarse un combustible prácticamente limpio, ya
que, exceptuando los óxidos de nitrógeno que pueden generarse a muy alta
temperatura, las emisiones de CO y CO2 son despreciables. Y en
segundo lugar, los motores de combustión son una tecnología ampliamente
desarrollada y robusta. Adecuando las condiciones de operación del motor a las
particularidades combustibles del hidrógeno, es posible obtener potencia
mecánica o eléctrica con total fiabilidad.
¿Por qué
no se hace entonces un uso generalizado del mismo?
El
presente artículo muestra algunos de los factores que dificultan la
consolidación del hidrógeno como combustible en motores. La mayoría de estos
factores son salvables con mayor o menor dificultad. Pero hay dos obstáculos
fundamentales que impiden a día de hoy la implantación de una economía basada
en el hidrógeno: (i) la dificultad de producir un hidrógeno barato y limpio, y
(ii) la inexistencia de una red general de distribución para el mismo.
·
Infraestructura
de producción, transporte y almacenamiento.
A día de
hoy, uno de los principales obstáculos que se encuentra la implantación de la
llamada economía del hidrógeno es la inexistencia de una infraestructura de
producción, transporte y almacenamiento de hidrógeno.
El hecho
de que no exista el hidrógeno tal cual en la naturaleza y que haya que
fabricarlo, ya supone de por sí un inconveniente, ya que rivaliza con la
disponibilidad y la abundancia de sus competidores, los combustibles fósiles.
No obstante, se conocen a día de hoy varios métodos que permiten producir
hidrógeno fácilmente, a un coste razonable, y sobre todo, con un mayor control
de las emisiones.
Las
técnicas de reformado con vapor de gas natural o de gasificación del carbón,
son técnicas relativamente probadas y baratas. Siempre añaden un sobrecoste al
precio de adquisición del combustible de partida, pero el CO2 que
inevitablemente se genera de la descomposición del hidrocarburo, es emitido de
forma centralizada con lo que es más fácil de separar y gestionar. En el caso
de gasificar biomasa, el proceso resulta aún mucho más limpio.
La
electrolisis se basa en la descomposición del agua por aplicación de una
corriente eléctrica. Si el hidrógeno obtenido mediante esta técnica va a ser
empleado a su vez para generación de electricidad, el proceso global es
redundante y menos eficiente. Sin embargo, su empleo no carece de sentido dadas
las ventajas que presenta el hidrógeno como vector energético en comparación
con la electricidad y porque, además, el hidrógeno puede emplearse en otras
aplicaciones finales, como por ejemplo la propulsión de vehículos. El hidrógeno
producido por electrolisis es tan limpio como lo sea la electricidad empleada
para su fabricación; si el origen de la electricidad empleada para el proceso
es renovable, el hidrógeno se estará produciendo con muy bajas emisiones de
gases de efecto invernadero.
La
descomposición termoquímica del agua consiste en aprovechar las elevadas
temperaturas de los reactores nucleares o de los concentradores solares para
producir hidrógeno de la descomposición del agua. Se trata de uno de los
procesos de producción de hidrógeno más limpios que existen. Y en el caso
concreto de emplear un reactor nuclear, dado que se está aprovechando un calor
residual de la planta, el coste asociado a la producción del hidrógeno es muy
bajo.
También
resultan muy limpios los procesos fotoelectroquímicos o fotobiológicos, los
cuales consisten en producir hidrógeno por procesos metabólicos de bacterias o
algas a partir de la luz solar. Sin embargo, estos procesos se encuentran aun
en un estado de desarrollo más incipiente.
Cada uno
de estos métodos lleva asociada una huella del carbono. Para que el uso de
hidrógeno en motores sea competitivo es necesario mejorar los métodos de
producción de hidrógeno: reducir los costes y reducir las emisiones asociadas
de gases de efecto invernadero. Para lograr implantar de lleno una economía
basada en el hidrógeno es indispensable sustituir las actuales fuentes
energéticas de producción del hidrógeno por otras de origen totalmente renovable.
Otro de
los obstáculos que dificultan el uso generalizado de hidrógeno en motores es su
transporte y distribución. Como el hidrógeno tiene menos energía por unidad de
volumen, los
costes de
distribución son más altos que los de la gasolina o el gasóleo. Actualmente, la
mayor parte del hidrógeno se produce in-situ o cerca del punto de consumo,
generalmente en grandes plantas industriales; y la distribución se hace por
tubería o por transporte terrestre (en tanques presurizados, o licuado). Sin
embargo, la consolidación del hidrógeno como combustible a nivel global,
requeriría una red de transporte y distribución mucho más amplia.
La
distribución de hidrógeno por tuberías no resulta tecnológicamente muy
compleja. El problema es que construir una red general de tuberías supone un
desembolso inicial demasiado elevado. Una solución inicial podría ser producir
el hidrógeno de forma regional o local. O también ir montando la
infraestructura por fases, primero en núcleos donde se concentra mucho la
demanda, y luego expandiéndola a otras áreas geográficas.
Otra
opción que se está barajando es aprovechar la infraestructura de distribución
del gas natural, inyectando hidrógeno en los gasoductos y separándolo del gas
natural en el punto de destino. Un gaseoducto es capaz de transportar hasta un
20% en volumen de hidrógeno sin modificaciones sustanciales.
Una
ventaja del hidrógeno es que puede mezclarse con gas natural en cualquier
proporción para usarlo en los motores como combustible. Esto facilita la
introducción del hidrógeno en el mercado a corto plazo, ya que la falta de una
infraestructura de distribución puede ser compensada en parte con el uso de
mezclas hidrógeno/gas natural.
El
almacenamiento en sí del hidrógeno no supone especial inconveniente más que en aquellas
aplicaciones donde el espacio está limitado. Es el caso del almacenamiento a
bordo de vehículos. El uso de hidrógeno para propulsión de vehículos se
enfrenta al problema de la autonomía. La baja densidad energética del hidrógeno
por unidad de volumen implica que hacen falta depósitos de combustible mucho
más grandes para proporcionar la misma autonomía que los combustibles
convencionales (gasolina o diesel). Las opciones hoy en día son transportarlo
presurizado, o transportarlo licuado; pero ambas opciones dificultan el
repostaje y además presentan problemas de seguridad que aún deben solventarse.
·
Problemas
asociados con la combustión.
El
hidrógeno como combustible presenta varias particularidades que lo diferencian
considerablemente de otros combustibles.
El primer
problema que surge al emplear hidrógeno en un motor de combustión interna,
especialmente en motores alternativos, es la disminución de la potencia. Por un
lado, el contenido energético por unidad de volumen del hidrógeno es inferior
al de otros combustibles; y por otro lado, su baja densidad reduce el espacio
disponible en el cilindro o en la cámara de combustión para la entrada de aire.
Con lo cual, el empleo de hidrógeno en un motor puede reducir su potencia hasta
un 15%. Para evitar este problema, una solución es inyectar el hidrógeno
comprimido o líquido.
Otro
aspecto negativo del hidrógeno es su baja energía de ignición, que hace que
éste sea propenso a autoencenderse. Cuando se usa en motores alternativos, la
mera presencia de puntos calientes puede provocar el encendido prematuro de la
mezcla antes de aplicar la chispa, lo que produce efectos de choque (golpeteo)
y reduce la vida del motor. Existen varias formas de evitar este problema. Una
forma es inyectar el hidrógeno líquido, ya que su baja temperatura previene la
preignición. Otra sería retrasar la inyección del hidrógeno en el cilindro, o
diluir la mezcla con gases del escape. En cualquier caso, conviene evitar los
puntos calientes, ya sea empleando válvulas de escape refrigeradas, motores
multiválvula, o cualquier otro sistema.
El
hidrógeno también tiene una distancia de apagado muy pequeña lo que obliga a
usar recubrimientos térmicos superficiales. La pequeña distancia de apagado,
junto con la baja energía de ignición, favorecen además el retroceso de llama,
por lo que el control de llama también se vuelve un aspecto importante en la
combustión del hidrógeno.
En las
turbinas de gas, un importante parámetro a controlar a la hora de quemar
hidrógeno es la temperatura máxima de llama. Para unas mismas condiciones de
operación, la temperatura de combustión del hidrógeno puede ser unos 125 ºCmás
elevada que la del gas natural. La temperatura de llama afecta de forma directa
a la generación de óxidos de nitrógeno; a partir de 1500 ºC, la formación de NOx aumenta
exponencialmente con la temperatura. Y además, la exposición continuada a
determinados niveles térmicos también puede dañar los materiales de la turbina.
El amplio rango de inflamabilidad del hidrógeno facilita el control térmico, ya
que permite utilizar mezclas aire-combustible muy pobres para diluir la mezcla
y reducir así la temperatura de llama. Además existen otras técnicas para el
control de las emisiones, como la dilución con vapor o con nitrógeno.
·
Producción
masiva.
Por ser
un combustible tan peculiar, la combustión de hidrógeno sólo es beneficiosa
bajo ciertas condiciones de operación. En otras circunstancias, la combustión
de hidrógeno presenta ciertos retos tecnológicos. Aun así, los motores de
gasolina son fácilmente adaptables a la combustión de hidrógeno. Varios
fabricantes como BMW, Ford, o Mazda, ya han demostrado la viabilidad de emplear
hidrógeno como combustible para propulsión de vehículos, habiendo adaptado con
éxito
motores de gasolina a su uso con hidrógeno, y alcanzando ya eficiencias por
encima del 40%.
Para que estos vehículos propulsados con motores de
combustión de hidrógeno sean competitivos sólo es necesario que comiencen a
fabricarse de forma masiva, ya que tecnológicamente no presentan especial
complejidad.
El
desarrollo de turbinas de gas alimentadas con hidrógeno no está tan avanzado
pero también existen varios fabricantes como General Electric o Siemens que han
adaptado algunos de sus modelos al uso de hidrógeno, obteniendo motores de
suficiente fiabilidad y robustez.
·
Seguridad
y aceptación social.
La
seguridad en la implantación del hidrógeno como combustible es un tema que
preocupa, sobre todo en su aplicación a vehículos. El hidrógeno es un gas
incoloro e inodoro, difícilmente detectable por los sentidos humanos. Además,
su amplio rango de inflamabilidad y su baja energía de ignición, favorecen la
aparición de incendios. Los actuales sistemas de transporte y almacenamiento de
hidrógeno ya disponen de estrictos medios de seguridad para controlar estos
aspectos, sin embargo, aún existe cierto rechazo social hacia el hidrógeno.
Para poder consolidar el hidrógeno como combustible es necesario favorecer la
aceptación social del mismo, informando del estricto control de seguridad que
existe, y educando en las importantes ventajas medioambientales de su uso.
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